La fuerza de ser mujer proviene de un centro incandescente heredado por nuestras madres o abuelas. Sus historias son nuestras.
Las mujeres que antes nos precedieron definitivamente dejan su huella en nuestras almas como una especie de sabia de árbol que nos recorre y se manifiesta de manera mágica con eso que nosotros llamamos “intuición”.
Así que de alguna forma, aunque no hayamos conocido a nuestras ancestras, su sabiduría permanece en nosotras como un don, ¿alguna vez lo has pensado?, ¿alguna vez lo has sentido?
Si la abuela tenía talento para tocar el piano, por ejemplo, nos dirán que heredamos sus manos, si alguna tía era pintora nos dirán que al igual que ellas tenemos buen ojo y luego viene el particular caso del cabello.
A lo largo de la historia, las musas, las diosas y las brujas han sido descritas como mujeres con largas cabelleras, ojos profundos enmarcados por cejas prominentes; auténticas figuras de autoridad divina que parecieran haber dejado por lo menos una descendiente dotada de estos magníficos poderes.
Para nada es una coincidencia, de hecho, que estás mujeres lucieran su melena como símbolo de fuerza; de fuerza femenina. La clarividencia, inteligencia, belleza y juventud son atributos que las describen y que en realidad mucho tienen que ver con el cabello.
Nos protege, es un indicador visible de cómo se encuentra nuestra salud interior, brilla con nosotros y también se deprime con nosotros. Estos “hilos” que nos adornan son una extensión de nosotros mismos, algunos científicos los describen como “nervios exteriorizados”, capaces de sentir como nuestra piel y de responder a los estímulos del ambiente.
Así que, ¿cómo me hablan las mujeres del pasado a través de mi cabello?
La forma, su color, la porosidad, su longitud… cada detalle sobre las hebras en nuestra cabeza hablan también sobre nuestro origen.
La próxima vez que cepilles tu cabello cierra los ojos y deja que te cuente historias, que te diga que tan fuerte eres.